jueves, 20 de mayo de 2010

Capítulo 5: ''Simón''

Simón

Ah… Simón Cazal… tan sólo leerlo me parecía tan alucinante. El trabajo que había llevado a cabo me inquietaba de una manera impensable, desesperante. Era demasiado inteligente, que a primera vista –ayudado por sus cualidades muy visibles- me había cautivado por completo. Era alguien a quien yo admiraba, y era alguien que con solo una palabra me podría destruir en pedazos, cientos de pedazos (irónico, suponiendo y aclarando la idea de que también yo podía hacer lo mismo con cualquiera). Me decidí, y una tarde, luego de almorzar, mi destino estaba ya previsto para las dos y media de la tarde, más o menos, y un 27 sería el causante de toda esa avalancha de emoción en el que me había sumergido ya en mi cabeza (y, sin saberlo, en mi corazón y en lo más peligroso de todo: en mi cuerpo). Una hora y media, entre –solamente- el baño, la ropa, el perfume, la apariencia, había culminado (creo que) con éxito. De compañía, recuerdo que tenía a Dido, con el dulce sonido de su inigualable voz que me cautivaba por completo. Hice una llamada rápida a la oficina, solo para confirmar mi asistencia. Y ahí, entre el dos, tres y ocho –meramente repetidos- había tenido mi primera gran sorpresa: su voz. Entre Life For Rent en… más o menos una hora y media (de nuevo), había llegado ya a la Avenida Perú. Sutil y con una calma (muy extraña, a juzgar por las circunstancias), coloqué mi dedo, y la puerta, se abrió enseguida. Una vocecilla no muy agradable, me recibió en la entrada de la casa, en la cual había un aparato de iluminación no muy apreciable, el cual había estado criticando hasta que él de desocupó. Pensé: ‘’Kuko, sos un bobo… él con un montón de cosas y vos robándole el tiempo’’. Pero, por fin se dio la oportunidad, entre las conversaciones de dos arpías disfrazadas de personas (sí, disfrazadas de ‘’personas’’). En fin, con una leve caminata entre las paredes estrechas de un pasillo, llegué a la Oficina Principal, en la que, en todo su esplendor, se encontraba él, y hasta se había levantado de la silla para recibirme. Me sentí… importante. Había dejado mi leve bolso rojo, un leve bulto de Gluconato de Hierro II que llevaba encima, en la silla que tenía yo al lado, y a la vez, frente a él. Tenía una buena vista a la avenida, recuerdo. La ventana tenía una cierta curiosidad que la hacía interesante, por lo menos para mí. Hablamos de las cosas que yo podía hacer dentro de PG, me informó sobre los temas que trataban, modo de trabajo y demás. Completé un formulario de inscripción, por el cual, según Simón, era yo el miembro con menor edad dentro del grupo. De alguna manera, era relajante poder hablar con él después de tantas incontables veces que hablé de él. La forma en la que se movía, los gestos que tenía, indicaban una leve sensación de incomodidad, o por lo menos eso parecía. Había impreso un documento en el cual constaba, resumidamente, la historia de PG, los objetivos, los logros, y demás, que de vuelta a casa en el 27, como media hora después de salir de la casa, me había puesto a leer incansablemente. Me había hablado, más o menos de algunas personas, como Federico, Paloma, y demás. Entre esto y aquello, sentado aún frente a él con una mesa de separación, habíamos entablado una conversación agradable, por decirlo de alguna manera. Era tan interesante. Me preguntó si ya conocía la casa (pregunta tonta dado el hecho de que era la primera vez que estaba allí, y era algo que él sabía) esperando un ‘’no’’ por respuesta para darme un recorrido por las instalaciones. El plan, asumo, le funcionó. El baño, el resto de la sala, las demás oficinas, el patio, y un pequeño proyecto que, según él, se acercaba a la idea de que era un jardín. Fue más o menos así. Había quedado encantado con todas las cosas que me había enseñado hasta aquel entonces. Habíamos acordado que, asistiría a unas reuniones, para conocer mejor el modo de trabajo con el que se desempeñaban.

Y llegó el lunes, y me había presentado frente a una mesa de gente a la cual no conocía… salvo uno. Recuerdo que, no estaba seguro como para preguntárselo, ni mucho menos. Esperé a que me llamara, y cuando Simón dijo su nombre, yo ya estaba seguro: era él. Asumo que, no pensé, antes de aquella tarde, que él era él… Federico Gamarra, MNESIS. El ASUNCIÓN ANTIFASHION del cual todos hablaban, había sido fantástico. Y yo tenía en frente al creador. En aquel entonces, yo había empezado mi cursillo de ingreso para el bachillerato, tiempo de sobra no tenía pero, no quería decir que no (aunque asumo que en algunos casos me sentí tentado a hacerlo). Reunión tras reunión, lunes tras lunes, iba manteniendo un contacto más ‘’amable’’ con Simón. Entre hacer fotografías de la casa, envío de solicitudes de amigos para PG, ya me sentía contento, pero no parte de ellos. Admito que, sabía que yo no era parte fundamental de ellos, y que mi trabajo era absurdo y… torpe, pero el solo hecho de creer que podía servir para algo –algo bueno- me entusiasmaba mucho. Entre Paloma Federico, Franco, ya me sentía bien, estaba contento sabiendo que quizás, algún día, también yo podría hacer todo lo que ellos hacían.

Y pobre Kuko, que no se dio cuenta de que estaba tan enamorado de Simón desde antes de conocerlo en persona.

Entre un cursillo especial, otro con un profesor particular (que me había enseñado todo lo que debía saber en cuanto a lo académico, y más aún de la vida, desde más o menos segundo grado), había llegado mi cursillo de repaso, el cual, obviamente compartí con la mejor profesora de todas: Claudia. La simple idea de perderla, ya que se mudaría de colegio, me tenía muy preocupado, pero, el aún más simple hecho de saber que ella sería feliz, me tenía envuelto en una paz bastante… acogedora. Una semana, más o menos, entre ecuaciones, factores, oraciones subordinadas, complementos directos, raíces cuadradas y sintagmas nominales, yo había mantenido un contacto fluido con Simón, hablando no siempre de cuestiones de trabajo (‘’trabajo’’ entre comillas). Era tan agradable, y yo sabía que estaba enamorado, y Claudia, también lo sabía ya, aunque yo no se lo dijera (todavía). Con cada ‘’1 mensaje nuevo’’ en la pantalla del teléfono, en mi rostro se dibujaba una sonrisa demasiado evidente, como que para no darse cuenta alguno, debía ser torpe o ciego. Ella lo había notado, y yo lo sabía, y se lo dije. Según ella, me había dicho que estaba muy feliz por mí. Bajo los árboles del patio de al lado, era bastante feliz suponiendo la idea de que entre Simón y yo pasara algo. Asumo que, no fue la mejor manera de ''levantar'' la que había/mos empleado, pero, era lo que hacíamos de igual manera.

14 de febrero del 2009. PG había desarrollado un proyecto de ''Cursos de Promotor PG'', los cuales se llevaban a cabo los sábados de tarde. Claudia y yo, entre letras y números, decidimos tomarnos un respiro aquel maravilloso sábado. El novio de Claudia, quería pasar con ella aquel Día de los Enamorados, pero, debido a diversos problemas que la madre de Claudia tenía con sus ''amigos'', eso no sería posible... a menos que hiciésemos algo (y rápido). Claudia y yo (entre mentiras) íbamos a ir al curso en PG, y en la casa, ella se encontraría con su novio para pasar la tarde juntos. Mientras, yo, en la charla del lado de adentro de la Casa. Se había llevado a cabo todo, de una manera normal, de no ser por algunos inconvenientes e imprevistos que surgieron, pero con no demasiada importancia como para arruinar la tarde. Me sentía muy bien al saber que Claudia había podido tener una tarde al lado de su enamorado, y aún más, saber que pude hacer algo para ayudar en el plan. Para mí era importante saber que esa sonrisa era más que una falsa mueca de ''no te preocupes'', para mí era importante saber que era sincera. El sol había bajado ya, aún no del todo. Entre intercambios de palabras, relaciones públicas y demás, ella, él, y yo, debíamos seguir, rumbo a aquel 27 en el cual se dibujaron en mi cabeza, un sinfín de fantasías durante aquella una hora que nos tomó llegar a mi casa. Entre mensajes de Simón, el aire que se respiraba en aquel 14, y la sensación de felicidad fusa que sentía yo mientras pensaba en él, me sentí feliz. Por un momento, quería decirle lo entusiasmado que estaba al saber que habíamos coincidido en la misma dimensión, espacio y tiempo. Las diferencias no me afectaban. Yo quería ser feliz, y lo conseguí. Pasó sin darme cuenta, pero me encantó que haya pasado, lo admito.

Más de una década nos alejaba de la igualdad en edad (13 años para ser exacto), pero, no era algo demasiado importante para mi, puesto que tenía todo lo que pedía: amor, sinceridad, belleza interior y exterior, una inteligencia inalcanzable, confianza, me respetaba, y me daba seguridad. Era magnífico todo pero… no había nada concreto aún, hasta que entre fantasías, deseos, hasta poemas, un fracasado día de los enamorados, recibí un mensaje de Simón… y fue ahí donde todo comenzó (POR FIN). Día tras día, entre un montón de sensaciones relacionadas con Simón y mis dos exámenes de ingreso, continuábamos envueltos en un fluido contacto vía mensaje de texto. Entre el 15 y 16, el corazón se me salía por la boca al sentir la breve vibración del teléfono, y entre el 17 y 18, la magia había surgido. Envuelto entre miles de tareas, a causa de mi cursillo preparativo de ingreso para el Bachillerato Técnico en Informática, él se había prestado para apoyarme en todo, y era algo admirable. Recibía palabras de aliento cuando más las necesitaba, y sin lugar a dudas, era algo que me seducía mucho.

Mis exámenes estaban en óptimas condiciones, y quería festejarlo. Habíamos quedado Simón y yo en La Casa -luego de tontear y ''pololear'' durante días- para una primera cita, por así decirlo. Todo mi esfuerzo había tenido ya una recompensa: el número doce de treinta, y aún mejor: un encuentro con él. Habíamos quedado en que apenas cruce yo la puerta de la oficina, nos besaríamos como si yo llegara de Irak luego de una guerra que había durado una década, pero, por alguna cuestión desconocida, eso no pasó. Entre Coca-Cola, charla, tonteo, y leves cumplidos del uno al otro, estábamos destinados a ir a su casa (a unas cuadras de La Casa). Entre dos cuerpos bigotudos y grises, más otros cuantos, destacaban Xander y Dana, los mayores. Observar cómo él era fuera del contexto serio y formal en el cual, de alguna manera, se hallaba enjaulado, me había impresionado. Entre una caja de recuerdos, en mi cabeza sonaba un ''Soneto'' de The Verve, entre más cumplidos, enganchados en una cama, contra la pared, y con la espalda entrelazada con las sábanas, el primer contacto de piel (sin contar los apretones de manos anteriores a eso) se había producido: el suave y delicado sabor de sus labios que me estremecían casi tanto como... alguna otra sensación jamás experimentada con anterioridad. Sentir el roce de mi lengua con la suya, en un beso más profundo, había despertado a todo el escuadrón de hormonas incontrolables (hasta la fecha) que habían tomado forma y cuerpo en una suave sensación de humedad al final de una cabeza bastante violenta. Capaz y en él no haya despertado el más mínimo desequilibrio hormonal, pero, mis desequilibrios eran suficientes ya por los dos. Enloquecido. (Al escribir este trozo de texto, asumo que casi el mismo desequilibrio se produjo en mí)

Oficialmente, le había propuesto ser ‘’mi compañero’’. Accedió (más vale). Al notar cómo nuestra relación adoptaba una forma, alrededor, era un poco complicado de asumirlo. Sin demasiadas complicaciones, de igual manera, lo asumimos y asumieron.

Oficialmente novios, Simón y yo.

1, 2, 3… 4 y hasta 5 meses cumplidos, llevándose a cabo ya conexiones con mi familia. Mi madre estaba de acuerdo en líneas generales, y mis demás hermanas estaban muy contentas por mí, pero, cabe destacar que todo lo sucedido anteriormente, desde mi integración a PG, Ulises, hasta mi noviazgo con Simón, estaba a completo desconocimiento de mi padre. Él sabía que yo era gay, pero, por alguna cuestión religiosa guión ética guión moral guión ''no open minded'', él prefería quedar al margen de todo eso (y por razones obvias, al margen de mí). No estaba preocupado en realidad. No importaba demasiado nada, mientras estaba con Simón. Me sentía un poco preocupado por mí, y por el daño que yo le ocasionaba a él. A veces, nuestra relación pasaba a ser un reto. Yo con 15 años no podía salir ‘’así nomás’’, siempre necesitaba de permisos, cuidados, horas límites, etc. Yo estaba acostumbrado a eso pero… y Simón? Eso era lo que mas me dolía: el dolor, la rabia, la inquietud y el enojo que yo le provocaba. Obviamente, no siempre me confesaba su enemistad con mis permisos y límites de hora, pero, me sentía lo bastante intuitivo como para darme cuenta de eso con solamente mirar sus ojos. Estaba mas que claro: le molestaba, pero, gran cosa yo no podía hacer, más que adaptarme, y ayudarlo a que se adapte.

Ingresando al 1º año del Bachillerato, me había percatado de que –una vez mas- estaba tratando de adaptarme a un nuevo ambiente, con el cual debía convivir durante tres años. Nuevamente, y como se dio en cada capítulo de mi vida, me vi –a veces- forzado a relacionarme con los demás. Martha era mi amiga asegurada en el colegio, en quien confiaba. Una especie de confidente que sabía guardar un secreto, que era lo que necesitaba.

Mi clóset se había abierto más de la cuenta, pero, estaba bien. Me sentía a gusto con Simón, siempre buscaba la manera de estar a su lado. Era (es) la persona con la que sueño despierto, con la que planeo vivir todo lo que me alcance. Es mi droga, por decirlo así. Es como la Vicodina de House. Es (atención, todos) el amor de mi vida –por excelencia-.

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