martes, 18 de mayo de 2010

Capítulo 3: ''El León, Las Brujas y Mi Armario''

El León, Las Brujas y Mi Armario

Sebastián Álvarez era un chico que en aquella época cursaba el séptimo grado. No es precisamente la historia que me encanta contar, pero fue la historia que marcó una etapa de mi vida, y la que ayudó a construir mi propia identidad. Había entablado ciertas conversaciones con él anteriormente antes de darme cuenta de que me sentía muy atraído por él. Él era muy simpático, y era la clase de chico que a cualquier chica le podría gustar, y –lastimosamente- era la clase de chico del cual solamente un pobre loco como yo podía tener en su cabeza (y nada mas que en su cabeza). Para acortar ‘’nuestra historia’’, puedo resumir que ése chico del séptimo grado se había vuelto la persona de la cual me había enamorado realmente por primera vez, y fue la primera vez que entendí la expresión: amor imposible. De manera no muy sensata, y no de la mejor (cabe mencionar) entendía a Platón. Él (Sebastián) era imposible, y no hacía falta que alguien me lo dijera para saberlo. Era bastante conciente de eso. Pero, nada podía yo hacer. Estaba muy atraído por el. Por suerte, sin demasiados problemas, eso terminó.

Mi vida ya no había sido la misma desde entonces. Había sido conciente (desde siempre) que una chica no era lo que realmente me atraía afectivamente. Era (y sigo siendo) bastante sensible con la belleza femenina, pero no lo suficiente como para sentirme cómodo en los brazos de una mujer, besándola, y ‘’amándola’’. No era lo que me llenaba. Estaba conciente de que en mi cabeza existía un cierto ‘’desequilibrio’’. ¿Cómo era posible que me atraiga un chico, y no una chica, como al resto de mis compañeros?. Sale a relucir una vez más mi emancipación de aquel molde al cual ya todos pertenecían, y del cual algunos ya eran hasta esclavos. Yo no era igual a los demás, pero, tampoco me quejaba.

Varias cosas se me pasaron por la cabeza en aquel entonces. ¿Serían mis nuevos amigos los causantes de eso?, ¿sería Pedro con sus declaraciones hacia mí? No lo sabía con certeza, pero sea cual fuere la causa de mi alboroto hormonal, me daba gusto. Sufrí bastante al comienzo. Asumirme como homosexual no era precisamente lo mejor que me había pasado en la vida, pero me había metido en la cabeza que no iba a ser yo la persona que se esconda tras una máscara toda su vida. No quería estar ‘’dentro del clóset’’.

Desde allí fue que empecé a darme cuenta de que era dueño de una identidad bastante sólida, una personalidad bastante original, junto con mis ideas, mis ideales y mis metas, sin dejar atrás los principios sobre los cuales me había (n) educado hasta ese tiempo. Era feliz, era gay.

Sin darme cuenta, hablaba de ese tema con bastante facilidad entre mis amigos. No hicieron escándalo, excepto algunos que no podían creerlo aún. Supongo que eso era bastante lógico. Nunca antes había hecho ningún comentario sobre mi atracción hacia algún varón, y mi forma de ser no daba paso a sospechas sobre mi verdadera orientación. Era algo simpático (viéndolo desde mi propio criterio), las personas que no me creían del todo, no se basaban en su homofobia interna, al contrario, no me había cruzado con nadie que no estuviese de acuerdo, sino mas bien, era porque (según me habían dicho), yo era una especie rara de homosexual: yo era un gay que no era afeminado. Eso había colaborado en la discreción de la identidad que había empezado a construir, casi nadie iba a pensar que era homosexual, puesto que no era maricón (pero tampoco era demasiado varonil).

Mi familia (por alguna razón que desconozco, creo) no había sospechado nada de esto. Igualmente, era de esperarse. Yo me sentía cómodo siendo lo que era… era agradable –de cierta forma- no ser igual a todos, y por más cosas parecidas que yo haga a las que los demás hacían, ya tenía algo que me sacaba de aquel molde.

Oficialmente, aún no había salido del clóset.

Superándome de alguna manera, había finalizado mi año lectivo de octavo grado con mejores resultados. Ya había entendido el mecanismo de acción con el cual debía guiarme dentro de la etapa básica que un año mas tarde, estaría finalizando. Yo había cambiado, mi cabeza, mi entorno, y mis ideas e ideales habían cambiado paralelamente conmigo. No era completamente seguro de mí mismo… pero, trabajaba para mejorar eso. Estaba ya seguro de mi orientación, pero no del todo como para hablarlo con mi familia, con mi madre, ni -mucho menos- con mi padre.

Mis amigos y amigas (en su mayoría) ya lo sabían. Al fin de aquel año, era ya notable como eso no había alterado mi relación con ninguno de mis amigos. Me llevaba muy bien aun con todos ellos. Era algo que no me avergonzaba, pero todavía me faltaba un poco para poder asumirlo completamente, y sabía que si así seguía, no iba a pasar demasiado tiempo para que ese día llegue.

24 de febrero del año 2008, y ya había empezado el nuevo año lectivo del noveno grado para mi y todos mis compañeros de clase, que si bien algunos seguían con su tercera infancia, algunos ya nos habíamos acoplado al cambio de edad y ambiente (no obstante, seguíamos comportándonos como bobos sin remedio, pero, sólo cuando se debía). Quedaba más que claro que éramos nosotros los que debíamos ser ejemplo de todos los demás que luego seguirían nuestros pasos, pero, en pocos meses ya nos habíamos dado cuenta nosotros mismos de que aquel noveno era un grupo desastroso en cuanto a conducta. Irresponsable, poco maduro, y con un serio problema académico, pero que ante cualquier problema que cualquiera de nosotros tuviésemos como grupo, se mostraba unido y más fuerte que en ningún otro momento. Nos caracterizábamos por no dejar que los malos momentos en la vida de uno, o de un montón, afecte a la relación de confianza que mostrábamos todos entre todos. Yo –por supuesto- no me había llevado bien con todos mis compañeros, pero eran muy pocos los que no eran de mi total aprecio o agrado.

Si bien, habíamos establecido ciertas normas entre nosotros mismos, no las habíamos seguido al pie de la letra. Nos habíamos propuesto un año con buenas calificaciones y con un mejor rendimiento académico, que no precisamente estaban presentes en los resultados que se mostraban al final de cada etapa. Igualmente, hacíamos lo que podíamos para salvar cada situación, en la cual era notable la falta de compromiso con el estudio, y con nosotros mismos. Luego de haber sido un mal séptimo, y un octavo desastroso, habíamos quedado en que ese noveno no se iba a caracterizar exclusivamente por la falta de conducta y de madurez que se mostraba a la gente, sino mas bien, mostrando –o intentando mostrar- una buena conducta, y responsabilidad por parte de cada uno. Al fin, a mediados de año, todos éramos concientes de que no lo íbamos a lograr, entonces, decidimos más bien, disfrutar de nuestro ultimo año juntos a nuestra manera.

Caracterizada por las típicas fiestas de quince años, esa época se mostraba bastante amable con nosotros. El tiempo había sido amigo de nuestra época, y pocos éramos concientes de que ese mismo tiempo amigo, nos iba a pasar una factura un poco elevada (y así fue). Independientemente del comportamiento dentro (y fuera) de las salas de clase, Claudia y yo nos habíamos vuelto más que amigos, y la vez, estuvimos unidos que nunca. Varios sucesos fueron los que iban marcando poco a poco cada época de nuestras vidas. Ciertos desequilibrios en la vida de cada uno, a veces afectando al otro, y a otros.

Había cumplido 15 años en agosto. Era bastante conciente de que estaba en puerta una nueva etapa de mi vida: la adolescencia, con la cual tenía que luchar, y con la cual también debía sobrellevar una cierta carga -no tan negativa- sobre mis hombros.

Mediados de octubre, principios de noviembre me vi involucrado con alguien. Por primera vez -luego de mi devastadora atracción por Sebastián- alguien me había interesado demasiado hasta el punto de jugarme por él, y no hace falta aclarar que ese ‘’alguien’’ no era precisamente una chica, sino más bien un chico de 17 años, el cual me había gustado mucho.

Ulises Spelt –luego de varias semanas de entablar conversaciones y largas horas de charlas- se había vuelto mi ‘’futuro ex novio’’, y eso era algo bien sabido por mi desde un principio, puesto que a los ojos del amor todo es perfecto en una persona. Me gustaban muchas cosas de él, pero lo que menos me agradaba de su personalidad –aparte de ser muy egoísta- era que tenía justamente lo que menos me agradaba: era obsesivamente celoso. Que mi novio demuestre ciertos celos hacia mi me parecía una idea normal, demostraba que le interesaba, pero los celos que él demostraba (cada vez que podía) se habían vuelto enfermizos, y poco atractivos dentro de su personalidad. El llevaba una vida fuera de su casa, vagando todas las noches –y días- que podía, con amigos extraños con los cuales no me identificaba. No estudiaba, y era alguien a lo que normalmente llamamos un ‘’desastre’’. Mi madre (y mis hermanas) no lo habían aceptado en ningún momento, y era algo para lo cual estaba relativamente preparado. En aquel entonces creía que era solo cuestión de tiempo pero, me había fijado en la vida que llevaba, y me había dado cuenta de que no me gustaba para nada él, pero había algo aún peor: estaba enamorado. Él se había vuelto mi amor… pero no pasó a ser más que eso. Un mes cumplido y era todo supuestamente perfecto, dos meses cumplidos y ya se habían notado ciertos desacuerdos entre nosotros (que eran normalmente provocados por sus absurdos celos), a los tres meses ya todo había acabado, pero, sintiendo todavía que algo seguía vivo entre nosotros, decidí darle tiempo al tiempo, y dejar que nuestra relación tome su curso natural. Sus besos ya no eran los mismos, ni él era el mismo. Yo había cambiado, y me vi forzado a dar a conocer mis desacuerdos para con sus celos obsesivos, y cambios de decisiones que constantemente tenía. Él era víctima, había sufrido mucho, sin su padre, y con una madre a la cual él no respetaba, pero, no era yo la esponja que absorbía todos sus quebrantos. Ya todo daba igual, si terminaba, terminaba, y si seguía, estaba decidido a buscar la forma de que terminase. Discutíamos por cualquier cosa, peleábamos por todo, y todo era ocasionado por él y sus ideas tontas. Un empujón y una golpiza -muy bruta- fue lo que marcó el final de nuestra ‘’relación’’. Habíamos peleado, nos habíamos revolcado en el suelo de tanto pelear… lo había maltratado pero… para cuando me di cuenta, él era solo un hombre normal. Para mí ya no significaba nada desde hace mucho antes, y fue así como puse fin a todo eso, a tan solo 3 días de cumplir cuatro meses de noviazgo. Recuerdo aún el mareo que sentí al dar vueltas en el suelo mientras peleaba de rabia, y también recuerdo claramente la forma en la que me apoyé sobre a una pared, mareado por la sangre que tenía en la ropa, viendo moverse rápidamente aquel ‘’ASUNCIÓN ANTIFASHION’’ grabado en la pared. Me sentí mejor luego, obviamente. Por suerte, terminó. ‘’Los días se volvieron semanas, las semanas, meses’’, afirma Christian en ‘’Moulin Rouge’’, y para mí, así fue. Un tiempo después, no muy largo, intenté encontrarme de nuevo a mí mismo, lo que no había hecho en un cierto tiempo. Intentar reconstruir lo que en cierta manera, y en cierto grado estaba relativamente destruido, era algo para lo cual yo necesitaba tiempo.

Luego de un corto tiempo, me di cuenta de que no era tiempo lo que necesitaba, sino más bien, ayuda. Pero… cómo pedir ayuda para reconstruir mi alma? No por mi ruptura con Ulises, sino más bien, por mi mismo. Me había dado cuenta de que había dejado de lado muchas cosas por él, lo que no era precisamente algo que me gustaba aceptar.

En cierta forma no me sentía arrepentido por el hecho de haber salido con alguien como él. Nadie más que mi familia había tenido el coraje de decirme en la cara que no era él una buena persona, y eso me había hecho sentir un poco alterado. Esperaba que alguien más me dijese que él no era el apropiado para mí. Nadie lo dijo sino hasta unos días después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario