lunes, 22 de junio de 2009

I had a dream last night ...


''Anoche tuve un sueño... y sin saberlo te buscaba...''
En realidad... no me había dado cuenta hasta que (lo supe)
Te soñé dentro de aquel vestido rojo... en el cual tus líneas desequilibraban la mirada de cualquiera
pero menos la mía.

Te soñé feliz, sonriendo... con una mirada segura...
te soñé al compás de aquel vals... que nos sentenció...
te soñé exhalando e inhalando...
apretando y dejando sonar.

Te soñé de nuevo entre tanta gente,
mientras gritábamos sin parar...
pareciendo ser todo en vano porque
nadie llegó a escuchar....

Había sentido de nuevo aquella sensación
aquel suspiro
con aquellas notas
y aquellos desafíos...
No se había vuelto nada personal, ni mucho menos,
simplemente éramos dos almas queriendo volar...

Te soñé también entre tanta gente...
te soñé tambien entre tanta gente,
pero por sobre todo:
te soñé bastante diferente.

Ya éramos dos almas libres,
ya podíamos hablar sin mentiras...
éramos capaces de sentir lo que sentíamos
y no dejarnos llevar por la ira

Capaces de ser felices con quien sea
capaces de estar al lado de cualquiera
y ahora, amándolo a él... con todas mis fuerzas,
tú seguirás siendo feliz estando con ella.

Dedicado a A.D.V

domingo, 21 de junio de 2009

My Darling...


La manera en la que me siento cuando estoy contigo...
es distinta de cómo me siento cuando estoy sin tí.
Te amo, y cuando no estas presente,
mis mecanismos de acción no funcionan...
Mi sonrisa es una simple y falsa mueca dibujada en mi rostro;
distina de la que tengo cuando te tengo.

En días calmos, solo veo catástrofes porque no estas...
Mis labios secos en un día frío, porque no sienten el calor de los tuyos...
Mis días, mis vías, mi vida cambia.
Tardes azules se tornan grises cuando no te tengo.
El tierno roce de tu cuerpo con y contra el mio, es la sensación más bella que pueda experimentar
No existe ocasión ni lugar, para el amor sincero que nos tenemos...

''Te Amo'': Dos palabras, cinco letras unidas con un solo sentido, el sentido de toda una época vivida, de sueños rotos, ratos malos, que forman las memorias hechas entre los dos.
Mi cuerpo, mis labios, y mi alma entera encomendada a tí...
Gracias por el tiempo vivido juntos, y aun mas agradecido por los momentos en los que no estas presente, porque es ahi cuando me doy cuenta de que me haces falta...
pero mas importante aun: de que te amo con toda mi alma...

miércoles, 17 de junio de 2009

Making love or give Birth? (Hacer o hacer nacer el Amor?)

Pregunta: Hacer o hacer nacer? El amor está hecho... lo que hacemos es hacer nacer el amor cuando de una manera cruel y fría llamamos ''sexo'' a la expresion ''hacer el amor'' que en compañia de deseo, pasión, y lo mas importante que es el amor, se vuelve la muestra de amor mas valiosa entre dos personas.

''El amor es oxígeno'' afirma Christian (Ewan McGregor) en la película Moulin Rouge, y de hecho (asi es). El amor es lo que nos eleva mas alla de las diferencias de pensamientos, ideas, actitudes y aptitudes que un ser humano demuestra frente a otros... el amor es lo mas fuerte... y por sobre todas las cosas debemos creer en el amor...

Love, love, love... etc...

martes, 16 de junio de 2009

Under The Red Bermuda (Autobiografía no Terminada) Sergio López

Concebí la razón de escribir por primera vez desde que alguien me dijo que ‘’no me permito escribir con sabiduría’’. Desde allí, había querido experimentar primero con una autobiografía (solo para ver qué tal me iba).

Hospital Metropolitano de Fernando de la Mora, Paraguay. 22 de agosto del año 1993, 6.15 de la mañana, con un peso de 3,850 y midiendo 54 cm, nacía yo en aquel hospital. Guillermo Bareiro, el primer hombre que me tuvo entre sus manos había declarado que estaba sano y salvo. Alérgico al polvo desde ya temprana edad, nací en el seno de una familia bastante acogedora. Madre, padre, hermanas y un hermano. Feliz.

Había vivido la mayor parte de mi infancia en casa de mis tíos, hermano de mi madre, los cuales ya tenían dos hijos, llamados ‘’primos míos’’. No recuerdo exactamente cómo me llevaba con ellos, en aquel entonces no era conciente, tenía menos de cinco años. Llevaba una buena relación con mi familia, mi madre era la mejor, mi padre el mejor, y mis hermanas lo mismo. Gabriel (mi medio hermano mayor) vivía con nosotros desde siempre. Crecí –luego de mudarnos de allí- en una ciudad situada en el límite entre San Lorenzo y Capiatá. Supongo que tenía 4 años cuando eso pasó. Comprendía ciertas cosas que pasaban alrededor por mas de que a veces deseaba no hacerlo. No fue un cambio radical dentro de mi vida puesto que no conocía a casi nadie fuera de la casa de mis tíos, asi que, por lo menos en lo amistoso, no me costó demasiado acoplarme al cambio de ambiente.

Compartiendo la habitación con Gaby (así le decíamos a mi hermano), me había adaptado a ciertas reglas dentro de aquel ambiente en el que sonaban canciones fuertes a un alto volumen, reglas como ‘’no toques esto’’, o ‘’no entres ahí’’ y demás cosas. Había respetado ciertas reglas. Me gustaba pasarme el rato escuchando su música -por mas de que entre nosotros no hubiese tema de conversación- Era intenso el sonido de la música que salía de un minicomponente en el cual sonaban canciones que me gustaban, y con las cuales convivía casi todo el día. De día, de noche, hasta de madrugada, aunque sea por medio de el sonido de sus auriculares, escuchaba sus canciones. Ahora tiene mucho sentido el por qué de su gusto hacia grupos como Nirvana, Led Zeppelin, Guns N’ Roses y demás. El rock es algo que heredé de él, y debo decir que no fue lo único.

Estaba acostumbrado a pasar el tiempo con Adriana, o Gabriela, que son mis hermanas con las cuales menos difrencia de edad me llevo. Patricia siempre había sido una hermana ejemplar. Cuidándonos las espaldas a cada uno de nosotros se había convertido en el objeto de mi afecto, al igual que mis padres. Cada uno de nosotros era diferente a su manera, pero dentro de nosotros se escondía siempre algún pequeño detalle que nos hacía idénticos.

Mis padres siempre habían sido ejemplo de todo. Claro, no pretendo ser como ellos, ni ellos pretenden lo mismo. Desde que tengo uso de razón se habían asegurado de que nunca nos falte nada a mi ni a mis hermanas (y a veces hasta se ocupaban de que no nos falte nadie). Tuvimos ciertos desequilibrios económicos, familiares, sociales, y demás, pero no fue causa para poner en desequilibrio todo el amor que nos llevábamos entre nosotros.

A los 5 años ya había sido partícipe de un lugar en que podía –al fin- relacionarme con personas de mi edad (por no decir ‘’como yo’’). Un lugar en el que debías ganarte el respeto de todos, y simplemente hacer lo que todos decían (por mas de que no siempre obedecía las reglas). Ese lugar se llamaba Escuela, y era el lugar al que en mis primeros años me había dado la oportunidad de abrirme al mundo. Mientras otros compañeros mios gritaban, zapateaban, y lloraban a causa del miedo que les provocaba quedarse ‘’solos y desprotegidos’’ de las faldas de sus madres, yo no lo hacía, sino que me gustaba. Siempre me había agradado pasar el tiempo allí, o por lo menos desde siempre. Me sentía a gusto. En cierta forma me había dado cuenta de que ya estaba harto de estar encerrado en casa, y por mas Nirvana que sonara el la radio, ya no quería estar allí.

A medida que pasaba el tiempo, fui creciendo de a poco y sin darme cuenta. Era el año 2001 y cursaba ya el segundo grado. Era normal verme jugar y saltar por todo el patio de la escuela como lo hacían todos los demás. Me entretenía disfrutar de mi infancia sabiendo que algún día acabaría, y que luego debería ser una persona con responsabilidades y que responda por sus actos sean cuales éstos sean.

Era libre. Reía, jugaba, y me sentía muy bien. Hasta inventábamos juegos nuevos para disfrutar aún mas y dejar atrás juegos que ya todos conocían. Creo que esa fue (y sigue siendo) una de las características de mi generación: el poder imponer cosas nuevas, tendencias nuevas para poder tratar de salir de aquel ‘’molde’’ en el cual todos estaban metidos y del cual todos querían salir, pero del cual solo unos pocos logramos escapar. Un sistema se había impuesto entre nosotros, un sistema con falta de originalidad, que buscaba que cada uno sea igual al otro, y no que cada uno sea diferente del otro. Nunca estuve de acuerdo con eso. Desde siempre me había sentido fuera de ese molde por mas de que pareciera que estaba dentro de el.

Como sea (volviendo al tema), era feliz siendo yo mismo. Era normal que yo jugara con personas de mi edad, que nos ayudemos, etc. Era normal que discutamos, y que luego sin darnos cuenta nos reconciliemos. Era normal todo eso, pero había algo que no quedaba demasiado claro y era un poco confuso (hasta para mi): solo jugaba con niñas, estaba con niñas, hablaba mas con niñas que con mis compañeros varones. No jugaba al futbol, no estiraba del pelo a cada compañera que pasaba. Eso no quiere decir que me haya sentido ‘’una de ellas’’ en aquel entonces, pero hoy en día, eso explica mucho, y hasta me sirve de base para poder crear una propia personalidad. Sea como sea, ya desde pequeño me había sentido fuera del molde que aquel sistema había impuesto.

El tiempo siguió, y varias cosas a mi alrededor fueron evolucionando: la tecnología, la moda, la forma de expresarse, hasta métodos de estudio. En mi dimensión ya me había dado cuenta de que era diferente a los demás, y supe (desde siempre) que eso saldría a la luz alguna vez. Siempre soñé con que serviría para algo, y la idea de que no fuese algo común y coriente me gustaba mucho.

Había pasado (ya casi sin darme cuenta) al cuarto grado. Me sentía feliz. Era un buen chico sin problemas de aprendizaje, que cumplía con sus tareas como alumno, compañero, y amigo. Mi familia había sufrido en aquel entonces ciertos desequilibrios en cuanto a lo que mi hermano hacía, decía, y lo que no hacía. Pero esa es otra historia.

Al fin en aquel tiempo (del cuarto al sexto grado) me había relacionado con mis pares masculinos. Ya casi no hablaba con ‘’ellas’’. Era uno de ellos. Jugaba juegos de niños, me comportaba como un niño, y todo lo demas, pero lo que mas me gustaba de eso era que mi circulo de amistad no era igual a todos. Los demas chicos jugaban juegos ‘’de niños’’, nosotros también lo hacíamos, pero a nuestra manera. Como mencioné anteriormente, mi generación se había basado en crear cosas nuevas, por mas de que éstas no sean utilizadas como actividades para todos los demás. Las cosas estaban creadas, si los demás querían hacerlo también, no importaba demasiado, lo único que interesaba era divertirnos haciendo cosas que (casi) nadie hacía.

En aquella época (tras varios problemas que habían tenido mi hermano con mis padres) había surgido un serio desequilibrio familiar tras la muerte de mi hermano mayor, Gabriel. Había decidido acabar con su vida a causa de razones que solo el había podido entender, pero razones que (sean cuales sean) no habían justificado tal hecho. Amante del rock n roll, en plena juventud, muere mi hermano a causa de asfixia por ahorcamiento. Sin lugar a dudas fue un hecho que marcó (y sigue marcando) una etapa en la vida familiar.

Corría ya el año 2006, y (de nuevo casi sin darme cuenta) había empezado ya el año lectivo del septimo grado. ¿Cómo iba a saber yo que con mis 13 años que llevaba en la tierra, ese nuevo cambio de ambiente iba a ser tan drástico? Me había percatado de que aquel sistema se había impuesto de manera casi total entre todos los y las demás chicos y chicas, aunque debo rescatar a algunos que (de una manera no muy inteligente) salían de aquel molde. Habían tres tipos de alumnos: los que hacían las cosas demasiado bien, los que solo hacían las cosas (que eran los que seguían el sistema), y los que sencillamente no las hacían. Aún no sabía en aquella época en cuál de todos los grupos estaba yo, tenía solo 13 años, y aún no tenía una identidad clara y concisa, pero lo único que si tenía claro era que no quería pertenecer a aquel molde, no quería obedecer aquel sistema, y no quería verme como todos los demás. Eso se vuelve muy claro viéndolo desde la perspectiva que tengo ahora. Había sido un buen alumno con problemas académicos no muy serios, debido al cambio de ambiente, al que obviamente me costó adaptarme. Conocí a una chica, ni siquiera sabía cómo se llamaba cuando la vi por primera vez. Me sentía identificado con ella, y de un tiempo hasta esta parte se había convertido en lo que siempre había deseado... como amiga. Nos pasábamos los recesos juntos hablando de intereses en común que ella y yo teníamos. Claudia se había convertido en mi confidente, era la persona en la cual podía confiar plenamente cada detalle y cada trozo de mi no muy larga historia de vida. A partir de ahí fue cuando empecé a abrirme aún mas al mundo y al ambiente que me rodeaba. Dentro y fuera del colegio había establecido amistades, y eso me había vuelto una persona –un poco- popular.

Dentro de la institución había tenido ya varios amigos, y no todos ellos eran de mi misma edad. Me había identificado ya con amigos y amigas del octavo grado, mientras que yo aún seguía en el septimo. Sin lugar a dudas, la persona que me ayudó a conocer todos los ‘’secretos’’ sobre cómo llevar una vida estable dentro de el colegio fue una muy buena amiga (de nuevo, féminas invaden mis circulos amistosos). Me gustaba pasar el tiempo con ella de repente. Se había vuelto una persona muy importante dentro de mi vida. Andrea se había vuelto un objeto de aprecio para mi. Me había enseñado varias cosas, y siempre me gustaba pasar el tiempo con ella porque siempre se la veía feliz (por mas problemas que ella tuviese). Eso no afectó (demasiado) mi relación con Claudia, puesto que no dejaba de lado a una para estar con otra (creo).

Me había dado cuenta en aquella época de que me gustaba demasiado la música, y que debía explotar ese talento. Caminando por uno de los tantos pasillos del colegio, me había cruzado con un anuncio en el que se hacía una invitación a jóvenes interesados en formar parte del coro del colegio, cuyas inscripciones comenzában ese mismo día. Fui a hablar con el profesor encargado, y me había dicho que yo era el primero en presentarme. Me había elegido como su ayudante en aquella época. Con el correr del tiempo, otras personas se integraban al coro, personas de distintos niveles, y hasta de otras sedes que la Institución tenía. Me sentía cómodo formando parte del coro del Profesor René. Era gratificante saber que algo que me gustaba, al ser explotado, generaba frutos.

En aquel entonces, la situación económica nacional había tocado de frente a mi familia. Se había vuelto un tema que se debía tratar con calma. Mi familia ya se encontraba económicamente desequilibrada, lo que forzó a mi padre a viajar al exterior (España), en busca de un futuro mejor para su familia. De hecho, no era mi familia el único caso. La emigración masiva había comenzado ya en el 2004, a causa de la misma crisis económica. Se había vuelto un poco alarmante la posibilidad de que mi padre no pudiese ingresar a España, estando él indocumentado, o como la mayoría de las personas decían: ‘’ilegal’’. Pero él había pasado todas las barreras. Mientras que varias familias soportaban el peso de que sus familiares no pudiesen ingresar a aquel país, y que éstos fuesen devueltos a su país natal, nosotros no. Mi padre había ingresado sin demasiadas complicaciones, y (ya con la ayuda de unos cuantos familiares y amigos residentes en España) se había dispuesto a hacer lo que fue a hacer: trabajar. No le había ido tan mal. Tenía un trabajo honrado, vivía bajo un techo decente, y no le había faltado nunca nada para comer. Su salida del país, estando nosotros (mi madre, mis hermanas y yo) aún en Paraguay, no había afectado en la relación padre-hijo. No pasaba un día sin que en el teléfono suene su voz. Nos manteníamos en pleno contacto con él, a pesar de la enorme distancia que nos separaba. Mi madre se había encerrado en sí misma. Meses antes ya de la partida de mi padre, ella ya no era la misma, y eso era muy obvio. Pero logró superarlo de a poco (creo) y todos comprendíamos su dolor, su añoranza, su tristeza. Con el correr del tiempo, poco a poco nuestra situación se iba estabilizando (económica y anímicamente).

Caminando por las calles paralelas al colegio, me había cruzado con un grupo de chicos y chicas que en sus espaldas y manos llevaban instrumentos. Me habían llamado la atención porque reían a carcajadas, y se sentían (al parecer) muy felices. De alguna manera, yo me sentía identificado con ellos, y quería ser uno de ellos. Fue la primera vez que me pasó algo parecido a querer ser ‘’algo como’’ o ‘’igual a’’. Entre ensayos de coro, mis estudios, diversión, y demás, no dejaba de pensar en que quería ser uno de ellos. Nunca me había pasado eso, y si esa idea se me pasó por la cabeza, era solo por algo en especial. El tiempo pasó, y fue (creo que) en junio o julio de ese mismo año cuando emepecé a interesarme aún mas por la música. Pero algo me había quedado muy claro: no perseguía específicamente la idea de aprender a ejecutar algún instrumento musical (aunque eso era algo que anhelaba), sino mas bien la idea de poder relacionarme con esas personas a las cuales día a día veía cruzar la calle con sus instrumentos en mano.

Entre búsqueda y búsqueda de información vía Internet, en una comunidad para hacer amigos –que ya cierta cantidad de gente manejaba- había encontrado a ‘’uno de ellos’’. Pedro Vázquez, el chico de la guitarra, se había vuelto mi amigo cibernético, y siempre que nos crúzabamos (ya sea de cerca o de lejos) nos salúdabamos, mientras él seguía su rumbo con sus demás amigos, y mientras, yo seguía el mío, queriendo ser amigo de todos ellos. No era admiración, pues no los conocía abiertamente. No era aprecio, pues no sabía cómo eran. Era simplemente curiosidad, (la cual -por suerte esta vez-, no mató al gato). Con el pasar del tiempo, rápidamente (ayudado por Pedro, por mi carácter, y por mi pasión por la música), me había relacionado con todos ellos.

Eran cinco personas con las cuales (sin saberlo claramente) me identificaba, y con las cuales me gustaba pasar el rato. Pedro, el guitarrista, Magalí, la violinista, Andrea, la guitarrista, y Claudia y Mateo, hermanos mellizos. Mateo era experto maestro de la percusión (baterista específicamente), y su hermana, Claudia, hacía sonar dulcemente una flauta traversa. Sin lugar a dudas, yo me las ingenié para aprender a tocar el piano, y era algo que ellos admiraban. Mi ingenio para con la música, mi forma de verla, mi forma de transmitirla y de sentirla era algo nunca antes visto por ellos. No me había dado cuenta hasta que me lo dijeron. Ellos entendían más de música que yo, y cada palabra de aliento que venía de ellos, me servía muchisimo. Llegado un momento, y ayudado por sus mecánicas técnicas y mis ingeniosos trucos, quise explotar ese talento que tenía acerca de la música. No me faltaba nada, tenía un profesor, unos amigos capaces de ayudarme, el apoyo de mi familia, y predisposición. Empecé a tomar clases de piano con el mismo profesor encargado del coro del colegio, y un tiempo después ya podía interpretar fácilmente ‘’Somewhere Only We Know’’ de Keane (que fue mi primera canción en el piano). Pedro fue la persona que me ayudó aún mas, me tenía demasiada paciencia, y era algo que yo admiraba mucho. Sin saber nada sobre piano, me ayudaba con las técnicas teóricas, para luego poder llevarlas a la práctica.

Un pequeño detalle que me faltó mencionar: Magalí y Andrea eran novias, y eso era algo que sin que ellas me lo digan ya lo había notado. Y (sin darme cuenta), a Pedro le gustaba demasiado un chico al que conoció recién, el cual era muy amigo suyo. No me había dado cuenta, hasta que me lo dijo. Ese chico era yo.

No había estado interesado en él en ningún momento. Por suerte, solo fue una atracción que no pasó a mayores, y que no alteró nuestra relación amistosa. Eramos ya casi inseparables. No pasaba un día sin que estemos los 6 reunidos, hablando de cosas sin sentido o inventando cosas nuevas. Eramos muy felices siendo ‘’nosotros mismos’’. Nosotros 6 nos identificábamos bastante bien, y era el ingrediente principal para mantenernos unidos.

Mi familia no había cambiado conmigo: yo había cambiado con ellos. Me había vuelto indiferente a ellos. Me revelaba cada vez que podía y siempre buscaba una excusa para enfrentarme a ‘’ellas’’. Estaba seguro de que lo que hacían era para molestarme y no me daba cuenta en realidad de todo lo que hacían por mí (en especial, mi madre). Era normal. Tenía 13 años y mi vida había cambiado rotundamente (y me desesperaba la idea de saber por fin si había cambiado para bien o para mal). Era muy confuso todo lo que sucedía a mi alrededor. Era muy inmaduro.

Mis amigos eran casi iguales a mi, o yo era casi igual a ellos. Nos llevábamos bien. Claudia y Andrea seguían siendo mis mejores amigas dentro del colegio, y fuera de el, seguía siempre en pleno contacto con Pedro, Magalí, etc. Mis herramientas musicales habían empezado a generar frutos, y en cuanto a lo académico no había tenido un gran desequilibrio (excepto con las matemáticas). Seguía siendo yo mismo, solo que un poco más irritante. Era el típico cambio de edad lo que me había vuelto asi, y lastimosamente siempre iba contra otras personas. Me descargaba en ellas, y siquiera sabía por qué. Era normal a mi edad, no me sentía seguro de mí mismo (supongo), pero era mínimamente conciente de que eso no estaba bien.

Año 2007. Con no precisamente demasiadas gratificaciones, había pasado ya al octavo grado. El tiempo empezaba a ser un poco cruel conmigo. No me dejaba de amenazar. Me sentía incómodo conmigo mismo, y cada cosa que a otros afectaba, me mataba por dentro. Había conocido a varias personas maravillosas dentro del colegio en aquel entonces. Francisco (Otto) y Rosaura se habían acoplado a Claudia y a mi. Era divertido pasar los recesos juntos y hablar de varias cosas que –en realidad- no interesaban demasiado. Francisco se había vuelto en mi mejor amigo, y Rosaura era una amiga espectacular, con la cual siempre podía contar. Me gustaba pasar el tiempo con ellos porque (una vez mas) no eran como los demás. Claudia era mi otra mitad, Otto y Rosaura eran practicamente mi mundo. Con Pedro y los demás siempre mantuve mi relación amistosa. No cambió mucho esa parte.

Era bastante feliz, y lo que era mejor: ya me había dado cuenta del por qué de las ctiticas de mi familia, y por fin me había percatado de que sus obras eran solamente para mi bien. Estaba a gusto con ellas (salvo pequeñas discusiones normales entre nosotros). Me sentía bastante cómodo, y seguro, y con ganas de vivir. Estaba muy activo en cuanto a actividades varias, así que, con ganas de saciar mi sed de actividad, formé parte del cuerpo de la bandalisa del colegio. Era todo un logro para mi. Me sentí bastante conforme. Suena estúpido, pero, asi fue.

Sebastián Alvarez era un chico que en aquella época cursaba el septimo grado. No es precisamente la historia que me encanta contar, pero fue la historia que marcó una etapa de mi vida, y la que ayudó a construir mi propia identidad. Había entablado ciertas conversaciones con él anteriormente antes de darme cuenta de que me sentía muy atraído por él. El era muy simpático, y era la clase de chico que a cualquier chica le podría gustar, y –lastimosamente- era la clase de chico del cual solamente un pobre loco como yo podía tener en su cabeza (y nada mas que en su cabeza). Para acortar ‘’nuestra historia’’, puedo resumir que ése chico del septimo grado se había vuelto la persona de la cual me había enamorado realmente por primera vez, y fue la primera vez que entendí la expresión: amor imposible. Él era imposible, y no hacía falta que alguien me lo dijera para saberlo. Era bastante conciente de eso. Pero, nada podía yo hacer. Estaba muy atraído por el. Por suerte, sin demasiados problemas, eso terminó.

Mi vida ya no había sido la misma desde entonces. Había sido conciente (desde siempre) que una chica no era lo que realmente me atraía afectivamente. Era (y sigo siendo) bastante sensible con la belleza femenina, pero no lo suficiente como para sentirme cómodo en los brazos de una mujer, besándola, y ‘’amándola’’. No era lo que me llenaba. Estaba conciente de que en mi cabeza existía un cierto ‘’desequilibrio’’. ¿Cómo era posible que me atraiga un chico, y no una chica, como al resto de mis compañeros?. Sale a relucir una vez mas mi emancipación de aquel molde al cual ya todos pertenecían. Yo no era igual a los demás, pero, tampoco me quejaba.

Varias cosas se me pasaron por la cabeza en aquel entonces. ¿Serían mis nuevos amigos los causantes de eso?, ¿sería Pedro con sus declaraciones hacia mi? No lo sabía con certeza, pero sea cual fuere la causa de mi alboroto hormonal, me daba gusto. Sufrí bastante al comienzo. Asumirme como homosexual no era precisamente lo mejor que me había pasado en la vida, pero me había metido en la cabeza que no iba a ser yo la persona que se esconda tras una máscara toda su vida. No quería estar ‘’dentro del clóset’’. Desde allí fue que empecé a darme cuenta de que era dueño de una identidad bastante sólida, una personalidad bastante original, junto con mis ideas, mis ideales y mis metas, sin dejar atrás los principios sobre los cuales me había (n) educado hasta ese tiempo. Era feliz, era gay.

Sin darme cuenta, hablaba de ese tema con bastante facilidad entre mis amigos. No hicieron escándalo, excepto algunos que no podían creerlo aún. Supongo que eso era bastante lógico. Nunca antes habia hecho ningún comentario sobre mi atracción hacia algún varón, y mi forma de ser no daba paso a sospechas sobre mi verdadera orientación. Era algo simpático (viéndolo desde mi propio criterio), las personas que no me creían del todo, no se basaban en su homofobia interna, al contrario, no me había cruzado con nadie que no estuviese de acuerdo, sino mas bien, era porque (según me habían dicho), yo era una especie rara de homosexual: yo era un gay que no era afeminado. Eso había colaborado en la discresión de la identidad que habia empezado a construir, casi nadie iba a pensar que era homosexual, puesto que no era maricón (pero tampoco era demasiado varonil).

Mi familia (por alguna razón que desconozco, creo) no había sospechado nada de esto. Igualmente, era de esperarse. Yo me sentía cómodo siendo lo que era… era agradable –de cierta forma- no ser igual a todos, y por más cosas parecidas que yo haga a las que los demás hacían, ya tenía algo que me sacaba de aquel molde.

Oficialmente no había salido del clóset.

Superándome de alguna manera, había finalizado mi año lectivo de octavo grado con mejores resultados. Ya había entendido el mecanismo de acción con el cual debía guiarme dentro de la etapa básica que un año mas tarde, estaróa finalizando. Yo había cambiado, mi cabeza, mi entorno, y mis ideas e ideales habían cambiado paralelamente conmigo. No era completamente seguro de mí mismo… pero, trabajaba para mejorar eso. Estaba ya seguro de mi orientación, pero no del todo como para hablarlo con mi familia, con mi madre, ni -mucho menos- con mi padre.

Mis amigos y amigas (en su mayoría) ya lo sabían. Al fin de aquel año, era ya notable como eso no había alterdado mi relación con ninguno de mis amigos. Me llevaba muy bien aun con todos ellos. Era algo que no me avergonzaba, pero todavia me faltaba un poco para poder asumirlo completamente, y sabía que si asi seguía, no iba a pasar demasiado tiempo para que ese día llegue.

24 de febrero del año 2008, y ya había empezado el nuevo año lectivo del noveno grado para mi y todos mis compañeros de clase, que si bien algunos seguían con su tercera infancia, algunos ya nos habíamos acoplado al cambio de edad y ambiente. Quedaba mas que claro que eramos nosotros los que debíamos ser ejemplo de todos los demas que luego seguirian nuestros pasos, pero, en pocos meses ya nos habíamos dado cuenta nosotros mismos de que aquel noveno era un grupo desastrozo en cuanto a conducta, irresponsable, poco maduro, y con un serio problema académico, pero que ante cualquier problema que cualquiera de nosotros tuviese, se mostraba unido y mas fuerte que en ningun otro momento. Nos caracterizábamos por no dejar que los malos momentos en la vida de uno, o de un montón, afecte a la relacion de confianza que mostrábamos todos entre todos. Yo –por supuesto- no me había llevado bien con todos mis compañeros, pero eran muy pocos los que no eran de mi total aprecio o agrado.

Si bien, habíamos establecido ciertas normas entre nosotros mismos, no las habíamos seguido al pie de la letra. Nos habíamos propuesto un año con buenas calificaciones y con un mejor rendimiento académico, que no precisamente estaban presentes en los resultados que se mostraban al final de cada etapa. Igualmente, hacíamos lo que podíamos para salvar cada situación en la cual era notable la falta de compromiso para con el estudio, y con nosotros mismos. Luego de haber sido un mal septimo, y un octavo desastrozo, habíamos quedado en que ese noveno no se iba a caracterizar exclusivamente por la falta de conducta y de madurez que se mostraba a la gente, sino mas bien, mostrando –o intentando mostrar- una buena conducta, y responsabilidad por parte de cada uno. Al fin, a mediados de año, todos eramos concientes de que no lo ibamos a lograr, entonces, decidimos mas bien, disfrutar de nuestro ultimo año juntos a nuestra manera.

Caracterizada por las típicas fiestas de quince años, esa época se mostraba bastante amable con nosotros. El tiempo había sido amigo de nuestra época, y pocos eramos concientes de que ese mismo tiempo amigo, nos iba a pasar una factura un poco elevada (y asi fue). Independientemente del comportamiento dentro (y fuera) de las salas de clase, Claudia y yo nos habíamos vuelto mas unidos que nunca, varios sucesos fueron los que iban marcando poco a poco cada época de nuestras vidas. Ciertos desequilibrios en la vida de cada uno, a veces afectando al otro, y a otros.

Había cumplido 15 años en agosto. Era bastante conciente de que estaba en puerta una nueva etapa de mi vida: la adolesencia, con la cual tenía que luchar, y con la cual también debía sobrellevar una cierta carga -no tan negativa- sobre mis hombros.

Mediados de octubre, principios de noviembre me vi involucrado con alguien. Por primera vez -luego de mi devastadora atracción por Sebastián- alguien me había interesado demasiado hasta el punto de jugarme por él, y no hace falta aclarar que ese ‘’alguien’’ no era precisamente una chica, sino más bien un chico de 17 años, el cual me había gustado mucho.

Ulises Spelt –luego de varias semanas de entablar conversaciones y largas horas de charlas- se había vuelto mi ‘’futuro ex novio’’, y eso era algo bien sabido por mi desde un principio, puesto que a los ojos del amor todo es perfecto en una persona. Me gustaban muchas cosas de el, pero lo que menos me agradaba de su personalidad –aparte de ser muy egoísta- era que tenía justamente lo que menos me agradaba: era obsesivamente celoso. Que mi novio demuestre ciertos celos hacia mi me parecia una idea normal, demostraba que le interesaba, pero los celos que el demostraba (cada vez que podia) se habían vuelto enfermizos, y poco atractivos dentro de su personalidad. El llevaba una vida fuera de su casa, vagando todas las noches –y días- que podía, con amigos extraños con los cuales no me identificaba. No estudiaba, y era alguien a lo que normalmente llamamos ‘’desastre’’. Mi madre (y mis hermanas) no lo habían aceptado en ningún momento, y era algo para lo cual estaba relativamente preparado. En aquel entonces creía que era solo cuestión de tiempo pero, me había fijado en la vida que llevaba, y me habia dado cuenta de que no me gustaba para nada él, pero había algo aún peor: estaba enamorado. El se había vuelto mi amor… pero no pasó a ser mas que eso. Un mes cumplidos y era todo color de rosa, dos meses cumplidos y ya se habían notado ciertos desacuerdos entre nosotros (que eran normalmente provocados por sus absurdos celos), a los tres meses ya todo había acabado, pero, sintiendo todavia que algo seguía vivo entre nosotros, decidí darle tiempo al tiempo, y dejar que nuestra relación tome su curso natural. Sus besos ya no eran los mismos, ni él era el mismo. Yo había cambiado, y me vi forzado a dar a conocer mis desacuerdos para con sus celos obsesivos, y cambios de decisiones que constantemente tenía. El era víctima, había sufrido mucho, sin su padre, y con una madre a la cual el no respetaba, pero, no era yo la esponja que aborvía todos sus quebrantos. Ya todo daba igual, si terminaba, terminaba, y si seguía, estaba decidido a buscar la forma de que terminara. Discutíamos por cualquier cosa, peleábamos por todo, y todo era ocasionado por él y sus ideas tontas. Un empujón y una golpiza -muy bruta- fue lo que marcó el final de nuestra ‘’relación’’. Habíamos peleado, nos habíamos revolcado en el suelo de tanto pelear… lo había maltratado pero… para cuando me di cuenta, él era solo un hombre normal. Para mi ya no significaba nada desde hace mucho antes, y fue asi como puse fin a todo eso, a tan solo 3 días de cumplir cuatro meses de noviazgo. Por suerte, terminó.

En cierta forma no me sentía arrepentido por el hecho de haber salido con alguien como él. Nadie mas que mi familia había tenido el coraje de decirme en la cara que no era él una buena persona, y eso me había hecho sentir un poco alterado.

Continuará...