miércoles, 28 de abril de 2010

Fragmento de ''Under The Red Bermuda, Part II'' (Kuko Walker)


''...Los días y las semanas igual de lentas, pasaron. ''Derrotado-me, has'' era mi nueva frase dirigida al exilio y al tiempo. El Skype era molesto en algunos momentos, pero, el resonar de la voz de Simón en los auriculares se quedaba tan impregnado en mi cabeza, que a veces fantaseaba con la idea de hablar y escuchar, cuando en realidad le hablaba a una almohada. A veces me quedaba dormido haciendo eso, abrazando la almohada y contándole todo lo que había hecho en el día. De alguna manera, trataba de engañar a mi cerebro, recreando conversaciones fusas entre nosotros dos (Simón y yo, no hablo de la almohada). Obviamente, más allá de hablar, nada más podía hacer con la almohada, ya que su consistencia no era suficiente y tampoco me emocionaba la idea de ''hacerlo'' con un saco de goma espuma. Durante los primeros cuatro meses que había permanecido en Valls, había conciliado un sueño ligeramente reafirmante, pero, luego las cosas se complicaron un poco más, y fue allí donde mi cabeza se quedó paralizada.

Psicosis

''’Entre ataúdes enterrados, Kuko encontró la paz, y fue su tesoro preciado en momentos de días grises, lluviosos, fríos y ventosos''. El cementerio me daba sueño, y admito que en más de una ocasión, fui a visitar las tumbas de algunas personas para intentar conciliar el sueño. Mi cabeza trabajaba durante el día intentando descifrar un montón de códigos en la pizarra, analizando ceros y unos en un monitor, fórmulas, teorías, Sócrates, esfuerzo físico, lenguas extranjeras… todo eso no había sido de ayuda –al parecer- para que mi cerebro y mi cuerpo se cansen para ir a dormir, hasta que un día no muy lejano, por fin me di cuenta: no era yo ni mi cuerpo, era solamente mi cabeza. Estaba tan atormentada la pobre que ya ni siquiera podía dormir. Mi fase REM se veía súbitamente afectada a causa de mi cerebro: incapacidad crónica para dormir adecuadamente durante la noche. Irme a la cama a las nueve de la noche no daba otro resultado que no sea estar despierto hasta las tres o cuatro de la madrugada, pasar un día sin dormir, y en el peor de mis casos: cuando se me presentó mi insomnio de casi unas veinte y ocho horas de sueño. Mi cerebro estaba enfermo, pero antes de hacérselo saber a cualquiera, quise dejar que mi insomnio desaparezca por sí solo. Era muy extraño, ya que durante el día me sentía muy cansado, en el colegio, en casa, pero con tan solo tirarme a la cama (o al sofá, en donde a veces dormía mejor), mis ganas de sueño, desaparecían.''